Está a punto de terminar el año y este blog ya ha cumplido los doscientos comentarios. Si eres de las personas que lleva años leyendo, te habrás dado cuenta de lo mucho que he cambiado. Tengo más confianza en lo que escribo y en lo que hago porque he aprendido mucho sobre la enfermedad que, antes, no sabía. El próximo año me voy a dedicar a hacer más y a pensar menos. Ya pensé lo suficiente sobre la enfermedad para cambiar la vida de los demás en los próximos cincuenta años. Y como no creo que llegue a los cien, es hora de enseñar. 
He podido aprender tanto gracias al trabajo de muchos. Científicos reconocidos y no reconocidos; como filósofos, psicólogos, creativos o personas curiosas como yo. Casi todos, expertos en algo. A la ciencia le debo mucho: las lecciones más importantes que aprendí fueron corroboradas después por ella. La ciencia las aprendió antes, yo las aprendí después en los libros. Otras me han ayudado a tener una perspectiva más amplia sobre la enfermedad. Si otros se dedicaran a hacer lo mismo, esta enfermedad ya no estaría considerada como crónica. Si voy por delante de la ciencia con mi dedicación, mi responsabilidad es ponerla al servicio de las personas que sufren. Lo que llevo haciendo desde hace más de cinco años en la asociación de Bilbao. He logrado muchas cosas que otros no han sido capaces porque hago cosas con lo que sé. La ciencia sabe mucho y hace poco con lo que sabe: un grave problema.
El comentario de hoy iba a hablar de adaptarse. Tendré que dejarlo para la próxima semana. Si no has leído este blog antes te recomiendo que eches un vistazo a los comentarios que llamen tu atención. Algunos lo llevan haciendo desde hace tiempo y siguen aquí junto a mi lado. De alguna manera, vivimos juntos. Aunque en camas separadas :))