Ha pasado mes y medio desde que mi mujer decidió que nos separáramos. El tiempo me ha enseñado que lo que me parecía tan importante es lo de menos. Hay muchas cosas que han venido de golpe y nada tienen que ver, como suele ocurrir siempre. Te preocupas por un dolor de cabeza y te viene un cáncer. Lo importante es que después de dos palos en la cabeza bien gordos, he espabilado. Ahora ya sé de qué va esto, al menos de momento. Me siento muy afortunado por varios motivos.

El primero es saber que no le he hecho daño a mi mujer. Si esto me hubiera pasado hace tres años, me habría incendiado contra ella y me habría arrepentido. Haber aprendido antes a no perder la cabeza ha sido clave. Aunque comprendas los motivos por los que alguien hace algo, eso no quiere decir que no te vaya a dañar. Alivia, pero no mucho. El segundo motivo por el que me siento afortunado es que vuelvo a sentirme bien. Sé que esto no es ninguna garantía de futuro pero ahora mismo me sirve. No puedo pedir mucho más porque hay tantas cosas a mi alrededor que no son como me gustaría que, por una más, no voy a volverme loco.