Pocas veces tengo dudas. Sin embargo, cuando las tengo es que hay algo que tengo que resolver. Normalmente me generan dudas las situaciones que me resultan difíciles o lo imprevisible.
Tengo suerte de que tengo una especie de luz que se enciende en forma de presentimiento. Cuando creo que algo me puede llegar a hacer daño o me va a generar estrés, intento resolver la situación cuanto antes. La imaginación es muy traicionera y suele llevarte a imaginar lo peor, pero cuento con ella como un aliado. Cuando la cabeza empieza a sobrecargarse, ante las dudas suelo decidir con un no. Las dudas son las señales del riesgo y estoy en un momento de mi vida que no necesito correr riesgos. Bastante trabajo me cuesta mantenerme bien como para echarlo a perder por una mala decisión.
Un «no a tiempo» es muy importante. El trastorno bipolar es una enfermedad que obliga a tratar de ser consciente del riesgo. Cuando se sobrepasa algún límite, mi cuerpo se queja. Por algo será. Llevo un tiempo pensando en que menos es mejor que más cuando hay dudas. Una excepción es la tranquilidad. Más tranquilidad nunca hace daño. Más pequeños placeres tampoco. Con palabras se arreglan pocas cosas cuando los idiomas son diferentes. Los gestos y los hechos se entienden hasta en chino. No voy a dejar que las personas difíciles me hagan la vida la vida difícil. Mi estrategia de futuro es facilitar mi vida.
«Cada día estoy más preparado para aceptar a las personas como son siempre que no me hagan daño. Me he dejado hacer daño más de una vez y no quiero más. La mayoría de las situaciones de estrés son generadas por las relaciones con otros. Si mejoras tu relación con los demás, es el camino más corto para sentirte bien»