Para lograr la serenidad tuve que aprender de una forma intensiva. Una de las maneras que empleé fue fijarme en las personas cercanas que quiero. Especialmente las que tenían cualidades que a mí me faltaban.

Mi mujer y mi madre fueron mis mejores maestras. Aprendí de ellas porque fueron un buen ejemplo para mejorar. Las escuchaba con atención y observaba cómo se comportaban en situaciones difíciles para mí. Durante años aproveché todo lo que pude para convertirme en una persona más serena. Aunque nunca fui una persona con problemas para relacionarme, algunas situaciones me provocaban rabia. Ahora ya no. Me di cuenta de que mi madre aceptaba y no reaccionaba ante algunas cosas que yo no podía soportar. Algunos problemas con mis hermanos o con mi padre, por ejemplo. Con él me solía suceder cuando mi padre quería seguir tomando decisiones por mí.

También me di cuenta de que mi mujer se mentalizaba para lo que podía llegar para no verse desbordada. Si te pones en lo peor, estás mejor preparado y sufres menos si llega . Y si intentas no reaccionar ante lo que te hace perder la cabeza, puedes aprender a responder de una manera diferente a lo que te sucede. Aprendí a no intentar ayudar cuando alguien no parece necesitarte. Y también aprendí a aceptar que pocas veces vas a convencer a nadie. Por muy importante que te parezca tu verdad, y por muy necesaria que te pueda parecer para el otro. Aunque tus intenciones sean maravillosas.