Un comentario en las redes sociales me ha sugerido el comentario de esta semana. Me siento más tranquilo que nunca porque no me obsesiono con nada. En mi vida estuve obsesionado más de una vez y aprovecharé mis recuerdos para explicártelo. Hace veinte años estaba obsesionado con mi trabajo. Me sentí más de una vez en un callejón sin salida y aquello me llevaba a la obsesión. Obsesión rima con depresión y, a veces, acaba en depresión. La depresión bipolar tiene mucho que ver con esa dinámica tan difícil de cortar. Si te encuentras en un callejón sin salida, sal de él. No importa cómo lo hagas, pero sal. 

Años después encontré mucho placer en el hecho de aprender. Dediqué más de diez años de mi vida, sobre todo, a aprender. Algo puede convertirse en una obsesión enfermiza llamada también adicción. El trastorno bipolar y las adicciones tienen mucho que ver. Ahora que he dejado de sentir la necesidad de aprender me siento como nunca. He alcanzado una paz que me acompaña donde voy. Si intuyes que dependes demasiado de algo ten mucho cuidado. Se puede cuajar algo bueno o algo muy malo. El tiempo te responderá y sentirás si se trata de algo que te hace bien o que te empieza a hacer mal.

Hace poco tiempo, algunas circunstancias me obligaron a empezar a pensar más de la cuenta en si debía tomar una decisión o no. Un pensamiento comenzó a convertirse en obsesivo. Me replanteé la cuestión y lo enterré. Decidí no hacer nada y mi tranquilidad regresó de golpe. Hoy he dado un paseo en bicicleta aprovechando que no llovía. Me encanta la bici, y mucho más desde que tengo algunas limitaciones para pasear.

Ayer José recuperó las fotografías de mi familia de mi disco duro dañado y cenamos juntos un plato de queso. Gracias, José. Te lo agradezco infinito y cada día estoy más en deuda contigo. Una deuda que acepto con mucho placer.