Desde hace tiempo no me guardo lo que me afecta, antes era todo lo contrario. Ahora lo comparto sin necesidad de desahogarme, se ha vuelto en algo natural en mí. Me gusta hablar de mis problemas porque ahora lo hago tan tranquilo y sé con quién hacerlo.
Dicen que la mayoría de las personas no tienen con quien hablar de su intimidad. O no quieren, una de dos. La manera más eficaz de sentirse bien es soltar los problemas antes de que se te hagan bola. No hace falta que sea con un psicólogo o un psiquiatra. Puede resultar igual de útil, o más, hacerlo con un amigo o amiga. Para cuando llegue el día de la consulta, tu problema ha podido caducar o pudrirse. Cuando te escucha una persona en la que confías, las sensaciones al vaciarte son muy diferentes.
Como muchas personas saben a qué me dedico, y conocen algo de mi pasado, algunas me cuentan algunos problemas de salud mental de familiares cercanos. Tienen dudas o se sienten desbordados por la situación, y no es para menos. Alguna vez, por involucrarme en exceso lo pasé mal. Con mi mejor intención me hice tanto daño que decidí sólo hablar cuando alguien me pregunta. 
Si compartes lo importante tendrás dos ventajas. La primera es soltar presión y aliviar parte de la carga de estrés. La segunda es aprovechar lo que te devuelva quien te escucha. No juzgues nunca las respuestas, llévatelo a casa y piensa sobre ello. Cuatro ojos no ven más que dos, ven cosas diferentes porque están en dos cabezas distintas. Aprovéchalo.