Casi nunca. Cuando sufría los síntomas del trastorno bipolar sólo pensaba en el trabajo. Después me enganché a una pasión llamada trastorno bipolar y tampoco podía dejar de pensar en ella.

Me dediqué durante diez años a leer y pensar. También a las personas que sufrían la enfermedad en la asociación Esperanza Bipolar y seguí pensando. Volqué toda mi curiosidad intelectual en el estudio del cerebro y comprendí cómo funciona. Durante el mismo tiempo me dediqué a pensar sobre mi vida y mi futuro. Descubrí cómo afectaban las dos cosas a cómo me sentía. Hubo un momento en que me vicié tanto con el análisis de todo lo aprendido que no podía parar. Solté lo que se había convertido en una obsesión cuando llegué a mis últimas conclusiones. Ahora tengo una vida mucho más equilibrada. Ya apenas leo ni pienso en la enfermedad aunque lo hago esporádicamente. Sé lo suficiente para mí y para ayudar a otros. Dediqué toda mi inteligencia al trastorno bipolar hasta que me aseguré de la utilidad de lo aprendido. Sin buscarlo, ahora me siento capaz de otras cosas que antes no podía hacer. También disfruto de lo más sencillo como nunca.

» Lo que te causa estrés intelectual es tóxico y perjudicial para ti. Puede ser una actividad o una persona, un entorno, una idea o una situación temporal. No es tan fácil darse cuenta de la necesidad de soltar ni tampoco soltar después de haberse enganchado. Desde fuera nadie me pudo enseñar lo que tuve que descubrir dentro de mí. Pensar te hace más consciente sobre cosas importantes«