Ojalá no. Hace algún tiempo pensé en escribir sobre el miedo. No el miedo que podemos tener a algo, sino el miedo que podemos provocar en alguien. Como suelo escuchar a mi mujer con atención, un día me dijo que estaba dejando de hacer o decirme algo por mi posible reacción. No mencionó la palabra miedo, pero el miedo estaba ahí. Ese día tuve que pensar un poco sobre mi, y el porqué me decía lo que me decía.

Ayer me di cuenta de una cosa que me ha llevado a escribir este comentario. Muy pocas veces me enfado mucho, y cuando lo hago puedo llegar a dar miedo. Como regalo, mi hija Raquel esta semana me hizo una ensalada para cenar con la intención de apaciguarme. Raquel y Roberto me dan las lecciones más grandes. También estos días un camarero notó que yo estaba cabreado por fuera y por dentro. Al explicarle un poco de donde venía la tormenta me dijo:

-me cuesta imaginarte enfadado. 

Dar miedo tiene mucho que ver con las explosiones de las que ya he escrito más de una vez aquí. Extinguirlas es uno de los mayores retos de las personas que podemos aprender a controlarlas. Estaría muy bien que encontraras tu manera. La más efectiva en situaciones en las que puedes sentir tu descontrol es alejarte del detonante. Si te da tiempo.