Esta tarde mi amiga Maite me ha recordado un comentario que escribí hace un tiempo. Esta semana mi gorila ha vuelto a la carga. Hice llorar a mi mujer y esta vez yo también salí bastante herido. Nunca antes me había sentido así. Sentí tristeza, rabia e impotencia. Menos mal que mis buenos amigos me han ayudado a recuperarme.

Mi asignatura pendiente todavía se me resiste. En este año he tenido dos manchas negras que me gustaría que no se repitieran. Sé que tengo siempre motivos para acabar explotando y que seguramente sea muy difícil que deje de hacerlo. De todas formas, seguiré intentándolo. Pasé de ser una persona muy sumisa y que tragaba demasiado a perder el control cuando se me desborda el vaso. 

Dar la importancia que corresponde a cada problema no es nada fácil. Yo he aprendido a soportar cosas que dolerían mucho a cualquiera y, sin embargo, puedo perder la cabeza por un gesto, un tono de voz o unas palabras repetidas demasiadas veces. Aceptar a los demás como son es una de las cosas más difíciles de hacer. Yo he aprendido a aceptar a casi todo el mundo como es, pero todavía hay cosas que no soporto. Por lo menos, sé cómo reparar el daño si creo que me corresponde. Aunque sé que nunca se repara del todo. Y lo siento.