Aprendí a evitar la manía de diferentes maneras. En las últimas situaciones de riesgo, lo hice reconociendo las sensaciones físicas que la precedían.

Aunque la primera vez sentí placer, sé que perjudica mucho a largo plazo. Prefiero los placeres de ahora al orgasmo de la manía. Antes me exigía mucho y quería controlar que todo saliera bien. También necesitaba sentirme seguro para hacer las cosas. Tenía la sensación de que si yo dominaba el entorno, todo iba a salir bien. En el fondo, estaba lleno de miedo.

Después me dejé llevar por lo que me gustaba. Descubrí que me gustaban otras cosas que nunca había probado. El problema es que tenía tanta ansiedad que estaba obsesionado con brillar. No brillar para los demás, sino para mí: todavía más peligroso. Ser normal no me valía.

Desde hace tiempo, siento que no estoy tan condicionado por el trastorno bipolar, pero no lo olvido. No siento las mismas limitaciones que hace cuatro años, pero llevo una vida parecida. Me ha ido bien hasta ahora, y no voy a cambiar. Ya no intento llegar más lejos, ni saltar más alto. No me cuesta porque disfruto donde estoy. He aprendido que, por muy loco que me vuelva, las cosas pasan. Quiera o no, a veces, lo peor llega. También he aprendido que, en realidad, poco depende de mí. A veces pienso que casi nada.

«Para llegar a tener más control sobre tus reacciones, necesitas recordar lo que viviste. La manía es una reacción del organismo y se puede aprender de ella. Pasado un tiempo, cuantas más veces recuerdes las crisis, y más detalles extraigas de ellas, mucho mejor. Haciendo un esfuerzo se pueden recuperar algunos recuerdos. Aunque no llegues a los motivos profundos, te puede ayudar mucho»

Si quieres compartir aquí lo que sea para los demás, genial 🙂