Hacía mucho tiempo que no tenía que renunciar a algo por evitar volver a a vivir situaciones que me harían retroceder después de haber encontrado no sólo la manera de evitar los síntomas, sino la forma de disfrutar de la vida exactamente igual que una persona no diagnosticada con trastorno bipolar. Consolidar el bienestar en el tiempo y mantener un estilo de vida saludable son mis principales prioridades porque me permiten dedicar mi tiempo a todas las actividades que tanta satisfacción me reportan.
Cuando uno ha sufrido los síntomas y es capaz de reconocer los avisos más sutiles con los que reacciona el cuerpo cuando uno ha traspasado sus límites o ha perdido cierto control sobre la situación, conviene pisar el freno antes de que la velocidad exceda los límites que ningún cuerpo debe rebasar. Digo cuerpo y no cerebro, porque cuando el cerebro los rebasa, el cuerpo va detrás, tan obediente como es él.
Seguramente no has vivido nunca la euforia sentado sobre una silla o tumbado sobre un sofá. Lo más habitual es que la actividad te inunde y acabe por ahogarte. Hace mucho tiempo que no vivo una situación tan placentera como desaconsejable ni tengo la más mínima intención de exponerme a ningún riesgo para volver a vivirla. No cambiaría mi vida por nada del mundo, euforia incluida. La viví en más de una ocasión, y ser capaz de «ponerte» con tu propia química no te convierte en un privilegiado. De hecho, es el camino más corto para acabar siendo una persona depresiva de por vida. Me cuesta imaginar una forma de sufrimiento mayor que la de una persona que deja de vivir para hacer un esfuerzo sobrehumano por sobrevivir.
Reconocer cuando debes frenar, aunque a todo el mundo a tu alrededor le parezca que no es necesario, puede ser vital para consolidar una estabilidad, aparentemente y según las estadísticas, tan difícil de conseguir. No requiere andar con pies de plomo o estar vigilándote todos los días y en todo momento. Es suficiente con que mantengas la conciencia sobre tu propio cuerpo y las reacciones del mismo principalmente a los cambios. Hace no mucho tiempo tuve que afrontar un cambio en mi rutina y no tuve ningún problema de adaptación. Muchos cambios importantes pueden no afectarte lo más mínimo, y, sin embargo, un pequeño cambio puede hacerlo al tocar una de tus fibras sensibles. Las debilidades siempre dejan entrever cuando uno no está preparado del todo para dar un paso que a otra persona no le supondría ningún problema. Todavía hay algunos malos hábitos que no logro controlar, aunque sé muy bien lo que no debo hacer 🙂