En un post anterior comenté que desde un principio, al recibir el diagnóstico de trastorno bipolar, lo afronté como un problema, y como todo problema representa un reto. La actitud de un reto es aquella en la que, a pesar de las dificultades que te encuentres en el camino, en forma de síntomas, desilusión o desesperanza, el convencimiento de que saldrás adelante debe estar siempre presente en tu vida.
Como cualquier reto al que te enfrentes, necesitarás movilizar todos los recursos personales a tu alcance. En este caso particular, un psiquiatra que te ayudará en los momentos más difíciles, una psicoterapia imprescindible para encontrar la estabilidad de largo plazo y los hábitos saludables; ejercicio físico intenso o moderado a tu gusto, alimentación sana y ausencia de tóxicos.
Entre todos los recursos incluiría, como de gran ayuda, la lectura de libros relacionados con los problemas que intuyes te afectan y que te darán pistas muy importantes sobre qué hacer para superarlos. Además, cuentan con la ventaja de que te harán ver que sufres, en el peor de los casos, con las mismas cosas que la mitad del planeta.

Una vez que has quitado las telarañas a tu consciencia, borrosa como el vaho de un cristal, empezarás a reconocer las dificultades a las que te enfrentas y dejarás de ver exclusivamente los síntomas que, muchas veces, son únicamente las señales visibles de una realidad y la forma en que te enfrentas a tu realidad.
Los problemas que nos afectan pueden ser de diferente naturaleza: de inadaptación, de equilibrio, falta de recursos personales, de autoconocimiento o de motivación, por citar sólo algunos de ellos.
Muchos tienen, al menos, una solución. Algunos tienen varias soluciones y, muy pocos, ninguna. El reto al que me refiero, consiste simplemente en la determinación para encontrar estas soluciones y ponerlas en práctica.
El trastorno bipolar, considerado como un trastorno crónico o altamente recurrente, necesita del cien por cien de ti mismo. Cobijarse en el aislamiento puede ser una necesidad temporal, pero, puede ser sólo una solución cómoda que se convertirá en incómoda en cuanto recuperes el ánimo. Apoyarte en alguien de tu entorno para compartir los buenos y malos momentos es saludable para todo el mundo, pero para nosotros debería ser una obligación autoimpuesta. Como muchas otras, que yo, como bipolar, no olvido cada vez que la vida me pide, amablemente, más de mi mismo.