Todavía no sé cuántos comentarios voy a escribir sobre el trastorno bipolar y la autoestima. Pero aquí va el segundo. Puedes coger un papel y bolígrafo y escribir una sencilla lista con tus cualidades en una columna y tus debilidades en otra. Virtudes y defectos son palabras excesivamente cargadas de orgullo o reproche respectivamente. La inmensa mayoría, supongo, veremos un desequilibrio importante entre el número de palabras en una columna y en la otra. Sinceramente, creo que no se trata de que tengamos más o menos cualidades. Simplemente nuestra atención se centra en aquello que, de alguna manera, no nos perdonamos. Un kilogramo de más o mal repartido, la agresividad como reacción desproporcionada, la timidez de nacimiento, envidiar la belleza de la Bella, odiar parecernos a veces a  la Bestia, querer ser otro que siempre es más, despreciarse a uno mismo por ser siempre menos. Una carta de presentación además de desafortunada, subjetiva e incluso irreal. Seguramente hemos cargado las tintas en la primera columna, y se nos ha acabado el bolígrafo para rellenar la segunda. Aunque a alguno quizás no se le hubiera ocurrido nada que escribir en esta última. Si tienes la mala costumbre de ser demasiado cruel contigo mismo, o simplemente injusto, te costará levantar la cabeza del suelo al caminar. Es muy curioso comprobar que, a veces, sólo nos permitimos a nosotros mismos decirnos algunas cosas en forma de pensamientos. Es más, si alguien nos las dijera en voz alta, podríamos llegar a perder una amistad o dedicar una mirada con la caricia de un látigo. Sin embargo, lo hacemos con nosotros mismos y tan contentos. Mejor dicho, tan tristes.

Hace tiempo llegué a una conclusión que si no fue acertada, coincidió con una mejoría de mi salud. Creo que no es muy saludable tener en cuenta todo lo que llega a tus oídos de cualquier persona que te conozca poco o nada. Y ahora viene la segunda parte. Creo que tampoco es saludable creerte todo lo que te dices a ti mismo. En especial si son reproches. Puedes estar tan equivocado como cualquiera. Yo mismo, diagnosticado con trastorno bipolar lo hacía a menudo. No sé si estaba equivocado o no. Desde luego, desde que dejé de hacerlo me encuentro mucho mejor.

Gracias por leerme, gracias por participar a quienes ya han participado y te animo a dejar tu opinión. 🙂