Mi mayor interés en los últimos años ha estado centrado en descubrir lo que se podía esconder tras los episodios de euforia que viví hace ya más de diez años. Aunque manía es el término médico que se utiliza para describir un estado de desequilibrio temporal en el que las sensaciones son difíciles de describir, el pensamiento rebasa los límites de velocidad, y la atención se dispersa en exceso, prefiero hablar de euforia porque es una palabra que todos conocemos.

Las conclusiones han tardado en llegar pero, como dice el dicho, nunca es tarde si la dicha es buena. El estado de ánimo de una persona más o menos saludable fluctúa  sin llegar a tocar los extremos que los bipolares conocemos muy bien. Independientemente de la vulnerabilidad genética que podamos llevar escrita o no, muchos factores ambientales diferentes suelen desencadenar los episodios de euforia. Escuchando las experiencias de muchos amigos bipolares, y contrastándolas con mi propia experiencia, he llegado a reconocer varios rasgos psicológicos comunes a muchos de nosotros que pueden también predisponernos a ser más vulnerables a sufrir la euforia.

El proceso que me condujo a las conclusiones más importantes requirió de cientos de horas de lectura y reflexión y muchas conversaciones con personas que han vivido experiencias límite como algunas que todavía recuerdo con mucho detalle. El proceso creativo continúa y con toda seguridad continuará durante los próximos años. Una vez alcanzado el bienestar psicológico y con una dedicación casi exclusiva, logré ordenar las piezas del puzzle y ver la imagen completa que durante mucho tiempo estuvo desenfocada. Sólo puedo recomendarte que, aunque pueda resultarte doloroso, busques entre los restos de algunos recuerdos muchas de las pistas que pueden ayudarte a no repetir viejos esquemas o a no cometer los mismos errores. Las respuestas no llegan de inmediato, pero si regresas de vez en cuando a echar un vistazo a tu historia personal, puede que llegues a comprender muchas de las situaciones vividas. Situándote en el espacio y en el tiempo de los peores momentos, y retrocediendo un poco más en el tiempo, podrás identificar algunos de los detonantes que pueden ser auténticos salvavidas para evitar algunas situaciones que dejan una huella neurológica difícil de borrar.

Si estuviera en tu lugar, me impondría como obligación reflexionar un poco todos los días. De esta forma convertirás el hábito en una de las fuentes de sabiduría más útiles. Conocerte cada día un poco mejor para llevar una vida cada día más saludable.