Hoy he elegido una palabra que para algunos tiene mucho significado y para otros no significa gran cosa. Sin querer profundizar demasiado en el tema de la libertad, tomaré prestada la palabra para hablar de mi experiencia con los problemas que tuve hace mucho tiempo para decidir libremente.

En realidad soy ingeniero por vocación paterna. Dicho de otra manera, nunca hubiera sido ingeniero si, en su momento, hubiera podido elegir libremente. Ejercí durante mucho tiempo una profesión que no era para mi, y a la que me costó adaptarme mucho más de lo que se puede considerar como saludable. Responsabilizar a una profesión equivocada de los síntomas que sufrí durante demasiado tiempo sería simplificar demasiado. Pocos problemas responden a una única causa, pero algunos problemas derivan de una única causa. La mayoría de las situaciones que supusieron, en ocasiones, una presión más que insoportable tuvieron mucho que ver con dónde estaba, lo que hacía y cómo me enfrentaba a lo que la propia situación demandaba de mi en aquel momento. Afortunadamente no todos nos tenemos que enfrentar a situaciones que nos pueden llegar a desbordar ni todos somos vulnerables a sufrir en el mismo grado por las presiones del entorno. Hablando de estrés laboral únicamente podría justificar los primeros años de mayor sufrimiento y dejaría de lado demasiados detalles tan importantes, o incluso más, en mi experiencia con la enfermedad. Pensar en si hubiera sufrido los síntomas en otras circunstancias no sirve de mucho, sin embargo, creo que posiblemente no hubiera sido así.

Permitir que los demás tomen decisiones que te corresponden suele ser una opción demasiado tentadora cuando uno no está seguro de lo que quiere o se muestra inseguro a la hora de tener que plantarse frente a las imposiciones. Yo no lo hice y estoy arrepentido de no haberlo hecho. Aunque al final pude adaptarme con muchas dificultades a mi profesión, nunca hubiera podido ser feliz ejerciéndola. Plantarse casi en los cuarenta años en la situación en la que yo me encontraba no sólo fue desperdiciar demasiados años de mi vida. Gran parte del sufrimiento hubiera sido evitable. O quizás no. O quizás no sería quien soy si no hubiera sufrido el trastorno bipolar como lo sufrí, especialmente durante los primeros cinco años. Con toda seguridad no podría dedicarme a lo que me dedico ni hubiera podido aprender tanto si no hubiera visto las tripas a la enfermedad. Tampoco si no hubiera conocido al excepcional médico y mejor persona  que me devolvió a la vida hace ya diez años. Ni tampoco estarías leyendo estas líneas si no hubiera sobrevivido hace seis años a una negligencia profesional que casi nos cuesta la vida a toda la familia. Todo lo que sé, y todo lo que he aprendido, hoy en día lo comparto contigo con la ilusión de que te sirva de alguna ayuda. Y he tenido la inmensa fortuna de comprobar con mis propios ojos, cómo la vida de algunos ha cambiado a mejor. Una nueva vida que me invita a pensar que la fiesta no ha hecho más que empezar 🙂