Conozco muchas personas diagnosticadas con trastorno bipolar que no siguen psicoterapia por distintos motivos. Algunos, después de haber sido ayudados por un psicólogo, han llegado a la conclusión de que ya han agotado esa posibilidad, de alguna manera, para siempre. Mi opinión personal es que encontrar la estabilidad sin la ayuda de un buen psicólogo es prácticamente imposible. Por este motivo, no la considero recomendable, sino imprescindible. Renunciar a esta posibilidad cuando todos los recursos son necesarios puede ser prescindir de un auténtico salvavidas. Resignarse, con la convicción de que nadie podrá ayudarte, no merece la pena.

He sido tratado por dos psicólogas en mi vida, y, la última, particularmente, me cambió la vida. Es una forma de hablar, porque lógicamente tu vida sólo la puedes cambiar tú. Seis años de psicoterapia en la que el punto de partida era el de una persona que sufre. Cuando el deterioro de la salud ha llegado a un extremo aparentemente sin retorno, se necesita de una ayuda profesional muy eficiente para llegar a recuperarse.

Siempre he pensado que, tras el sufrimiento, siempre se esconde algún motivo. Uno principal y muchos secundarios, algunos propios y otros circunstanciales, algunos sin solución aparente y muchos emocionalmente difíciles afrontar.

Aparentemente pequeños problemas pueden convertirse en graves problemas, dificultades insalvables para algunos, pueden parecer ridículas para otros. Todo se complica cuando uno ni siquiera sabe qué es lo que le hace sufrir. En este punto es necesario parar y tomarse un tiempo para despejar la confusión. Esto es exactamente lo que tuve que hacer, hace ya más de cinco años.

Un buen psicólogo, entre otras muchas cosas, es aquel capaz de lograr que, finalmente, seas capaz de ayudarte a ti mismo. No es una labor nada fácil, cuando los recursos personales de cada uno de nosotros son insuficientes, especialmente en las circunstancias más extremas o de mayor sufrimiento.
Una de las mayores fortunas de mi vida, fue encontrar la psicóloga que hizo posible todas estas líneas y el bienestar necesario para poder escribirlas. Sentirse dueño de la propia vida es una sensación desconocida para quien sufre los síntomas del trastorno bipolar en primera persona. Es una sensación tan agradable como la sensación de serenidad, alcanzables sólo cuando uno se reencuentra con el bienestar psicológico.