Antes de nada, pido disculpas por este pequeño retraso en publicar de nuevo por no haber dispuesto de conexión estos días. Hace no mucho tiempo, dejé un comentario sobre la importancia de imponerse límites cuando estás diagnosticado con trastorno bipolar. A continuación, me gustaría hablar sobre las limitaciones más habituales cuando una persona recibe el diagnóstico.

Al margen de las situaciones en las que uno se siente realmente incapaz, principalmente debido a una depresión, una vez que has recuperado el estado de ánimo normal es muy frecuente sufrir muchas limitaciones debido a diferentes secuelas psicológicas.   Una de las más frecuentes es el miedo que, visible u oculto bajo capas de apariencia, nos hace retornar a la vida caminando despacio como si pisáramos un terreno de barro.

Este miedo, si tienes la inmensa fortuna de lograr una estabilidad de medio plazo, se irá diluyendo con el tiempo permitiéndote cada vez mayores avances. La grieta de la inseguridad es otra de las cicatrices habituales cuando uno tiene la sensación de haber perdido el control sobre su vida o de ha haber soportado situaciones de estrés que han podido desbordarte física y emocionalmente. Afortunadamente, también desaparece con el tiempo, como la fiebre. El rechazo a aquellas situaciones que no hemos sido capaces de digerir es también muy común, cuando la falta de recursos nos ha convertido en naúfragos de la vida que nos ha tocado vivir. Esta última limitación puede dejar de serlo cuando eres capaz de aceptarlo como circunstancia de vida, y has sido capaz de encontrar alternativas que pueden convertirse en auténticos salvavidas.

Otras limitaciones, son simplemente falsas etiquetas que atribuimos al trastorno bipolar cuando, en realidad, son limitaciones tan humanas como la escasa sociabilidad, la falta de motivación, o la dificultad para encontrar motivos para vivir con ilusión. Todas estas limitaciones llevan al mismo callejón oscuro de la depresión, la única calle de la ciudad sin salida y tan oscura como la noche. Si descubres cómo entraste en ella, puedes aprender a no volver a transitarla. Que no hayas aprendido a la primera, no quiere decir que no lo harás nunca. ¿Y por qué te cuento todo esto? Porque pienso que, la mayoría de las veces, nuestras reacciones son tan comprensibles como humanas.