Cuando vi este cañón, pensé que quizás yo habría corrido menos riesgos si hubiera sido hijo del hombre bala. Es una broma, vamos a lo serio.
 
Hace años, un amigo me dijo que no me endureciera. Sabía que la tragedia que me tocó vivir podía provocar ese efecto. Sí que me endurecí, pero no me convertí en una piedra. En los últimos años he tenido que hacer un esfuerzo para volver a sentir por los demás. No me avergüenza decirlo, aquí no maquillo nunca lo que pienso y siento.
 
Cuando te endureces, las personas cercanas a ti dejan de tratarte igual. El frío se combate con más frío y todos acaban congelados. Quizás darle la vuelta no sea tan fácil como me parece ahora. Lo más importante es que me siento mucho más tranquilo que antes. 
 
Estando tranquilo, se siente más por los demás y mejor. Así que la prioridad es buscar la manera de estar tranquilo o tranquila, cueste lo que cueste. Si llegar a este punto a cualquier persona le llevara veinte años de su vida, el mundo estaría mucho peor. Puede que yo haya dado muchas más vueltas de las necesarias. Aunque así sea, me siento satisfecho.