Hace algún tiempo leí que una investigación revelaba que aquellos capaces de emocionarse a través de los demás, probablemente, tendrían un mejor pronóstico que aquellos que no sentían lo mismo por el otro. Me refiero a personas diagnosticadas con trastorno bipolar. He conocido personas en la asociación que han dejado de venir porque se contagiaban con las emociones de los demás. Otros, que después de tres años dejándose contagiar, no han vuelto porque ya no lo necesitan. Se sienten bien y hacen su vida. Me gusta recibir mensajes del tipo: «Me encantaría ir pero no puedo…». La asociación Esperanza Bipolar logró con algunos lo que nadie antes había logrado con ellos durante muchos años. Ni psiquiatras, ni psicólogos, ni tratamiento farmacológico. Saberlo y ver la evolución de muchos que todavía siguen viniendo es uno de mis mayores placeres de hoy.

La cuestión del comentario de hoy es muy sencilla de comprender. Si eres capaz de emocionarte con una película triste, alégrate. Si eres capaz de enfadarte con el cabreo de tu vecino, celébralo. Si eres capaz de sonreír con la alegría de tu pareja, invítala a comer un día. Si te contagia la tristeza de alguien, mucho mejor que si no lo hiciera. Déjate traspasar, haz un esfuerzo por sentir lo que el otro siente. Aunque haya quien todavía crea que se trata de debilidad, es todo lo contrario. Una fortaleza para tu salud.

Cuando uno vive en la cabeza, y no tanto en el corazón, está embotado. Los sentidos están tan adormecidos a cualquier hora del día como después de una paella en verano. Yo, sigo trabajando para estar cada día más conectado con mis emociones. No analizo, siento. Veo y saboreo. Escucho y amo. Nunca antes me había sentido tan bien. Ahora mismo me siento tan feliz que todo lo demás sobra. Esta tarde voy a dirigir un taller de escritura en la asociación y tengo una sorpresa para quienes cambien este día de verano por una tarde con las palabras. Las palabras son muy buena compañía. Te lo dice un escritor 🙂