Mi vida gira en torno a mis hijos, mi madre, mi novia y Esperanza Bipolar. Estoy muy centrado y quiero estar para las personas que quiero. También mis amigos ocupan un lugar importante.
Hoy me encontré, por casualidad, con una mujer con la que trabajé hace veinticinco años. Cuando me preguntó ¿qué tal?, le contesté que mi vida había cambiado mucho.
«Como la de todos» – me contestó.
Como no era buen momento para resumir me despedí con una sonrisa.
Cuando la conocí había salido de mi primera y mayor depresión. Yo tenía treinta años. Dos años después sufrí una crisis en la que perdí la cabeza y acabé en un psiquiátrico. Tenía problemas y latía dentro de mí un estrés del que yo no era consciente. Reventé con un brote psicótico de manual. Ni estaba centrado ni sabía qué hacer con mi vida. Mi salud ha cambiado mucho porque mi vida cambió mucho. Ahora es justo lo contrario. Estoy muy centrado y disfruto de cada momento dentro de mis posibilidades. Tengo algo siempre entre manos que hace que el tiempo pase sin enterarme. Lo mismo son unos garbanzos que un libro. A menudo, conversaciones con personas diagnosticadas con trastorno bipolar. Todos los días me gusta disfrutar de la calle por la mañana y por la tarde. Con los horarios y el sueño soy muy ordenado porque es la única manera de que pueda dormir sin pastillas. Fui construyendo mis rutinas y pocas veces he cambiado de manera radical lo que hago desde hace mucho tiempo. Como me siento muy bien, intento cambiar lo mínimo y sólo por necesidad. El mayor cambio que he sentido tiene que ver con que ya no sufro el estrés en Esperanza Bipolar. Ahora me siento mucho más libre.
«El esfuerzo puede llevarte hasta un punto pero no te permite mantenerte en ese punto. Aunque aprendí cosas con esfuerzo, ahora sé lo que es hacer las cosas sin esfuerzo. Con trastorno bipolar el esfuerzo no es buena señal. Si llevas tu vida en la dirección de satisfacer tus necesidades te irá mejor. Siempre que sean sanas y no te hagan daño«