Mi relación con mi mujer ha pasado por varios combates de boxeo. Nos hemos enfrentado dos pesos pesados. Después de muchos asaltos, por fin, he alcanzado el estado Zen. No veas qué sensación tan placentera es la sensación de tranquilidad. Lo gracioso es que me he pegado bastantes puñetazos hasta que he espabilado. Diez años atizándome y todavía nos queremos. Eso sí que es una rareza. A veces, ella sigue, yo ya no. Cuando bajo los guantes se extraña y quiere más. Tardo menos de diez segundos en ver cómo se revuelve. Te cuento algo tan personal para explicarte una conclusión avalada por mi ciencia. La mayoría de las personas gastan camiones de saliva en balde.

Como la palabra ***NADIE*** no debe emplearse ***NUNCA*** (un guiño a mi amigo don José), te contaré un poco más. En especial, nadie convence a nadie en algunas circunstancias muy concretas. Por ejemplo, cuando una persona está convencida de que se juega mucho. Mi consejo: descansa tus cuerdas vocales, su visión túnel no le permitirá ver lo que tú ves. Ya se le pasará.  Tampoco lo intentes cuando una persona no se atreve a algo. No lograrás vencer su miedo con tu saliva. La lucha contra el miedo es la lucha más solitaria que conozco

Ahora viene lo bueno, no iba a ser todo tan desmoralizante. Premio inesperado: cuando dejas de intentar convencer a los demás duermes mejor. Tienes menos gases y sonríes más. Ves la vida más como es. Prueba otra estrategia, y si encuentras algo mejor, cuéntamelo. Y si no te puedes contener, escribe tu comentario. Enriquecerás este blog.