Una de las cosas que me hace sentir tan bien tiene que ver con mi forma de relacionarme. Mis mayores cambios quizás tengan su origen en esta nueva manera de hablar.
Antes tendía a callarme o a no reaccionar cuando algo me molestaba. Poco a poco, empecé a hacerme escuchar. Era muy «hacia dentro». Si tú eres muy «hacia fuera» puedes saltarte esta línea. Después comencé a soltar la presión, cuando se me acumulaba, demasiado «de golpe». Cuando algo me hacía daño tendía a retenerlo. Cuando lo soltaba, abrasaba a la persona que tenía enfrente. Una mierda para mí y para los demás.

No sé si nunca más me pueda volver a pasar. Lo que sí sé es que cada día es mucho más difícil que me pase y empiezo a verlo casi imposible. Hace tiempo me di cuenta de que sólo tenía que tener siempre presente algo que va mucho conmigo: no hacer daño a nadie.

Sé cómo soy y no quiero cambiarme en lo esencial. Cuando algo se me clava, he aprendido a explicarlo a quien sea desde lo que siento. Más de una vez, los cambios que he visto en los demás y en mí vienen de esa nueva manera de comunicarme. 
Aunque pocas personas se dan cuenta de sus errores, yo he aprendido a ver cuando cometo uno. Y eso también me ha ayudado mucho a mejorar.

¿Lo negativo? Que acabo de pillar el trancazo del invierno :))