Enhorabuena.
¿No piensas diferente a los demás? También enhorabuena.
Ahora voy a hablar más en serio sobre esta cuestión que puede influir en la forma en que convivas con el trastorno bipolar. Lo que piensas influye en lo que tu cuerpo decide por ti, y lo que decide tu cuerpo por ti, influye en lo que tú piensas.

Hace más de diez años que dejé de pensar como pensaba. Y menos mal. Si nunca hubiera cambiado, nada hubiera cambiado. Tu manera de pensar puede suponer un freno en tu vida y conllevar riesgos en tu salud. Algunos pensamientos te limitan – no siempre para mal – y otros te exponen. Encontrar el equilibrio no siempre es fácil porque la palabra equilibrio también supone perder algo en el camino. Y casi nadie está dispuesto a perder, a juzgar por la última conversación caliente que tuvimos en la asociación Esperanza Bipolar de Bilbao. Si estás diagnosticado con trastorno bipolar, perder muchas veces es ganar. Yo llevo «ganando» casi cinco años y te puedo asegurar de que no me he perdido casi nada.

Conozco muchas personas que son muy diferentes a los demás. Aunque todos tenemos mucho en común, todos pensamos diferente. Sin embargo, entre todas las personas que conozco con trastorno bipolar puedo distinguir algunos patrones que se repiten casi tanto como los discursos de inauguración de un acto. En este comentario no voy a hablar de patrones, pero sí de aquellas maneras de pensar no tan convencionales. Si piensas diferente a los demás, vivir como viven los demás no es fácil. Adaptarse a las circunstancias por cuestión de supervivencia es el único motivo que encuentro como razonable para vivir como los demás, a pesar de pensar diferente a los demás. ¿Riesgo? Morir en el intento por haber intentado sobrevivir a toda costa.

Estoy convencido de que si pudiera regresar a mi vida anterior -la vida del hombre de empresa.- me apagaría como lo hacen las televisiones con temporizador. No tardaría horas, en cuestión de días estaría la pantalla en negro. Deprimido, vamos. Y hablando de depresiones, todavía hay quien cree en las depresiones endógenas y exógenas. Me sorprende que quien lo cree, haya leído algo sobre el inconsciente. Y me sorprende más todavía, que habiendo leído algo sobre el inconsciente, alguien siga creyendo en las depresiones exógenas. He llegado a la conclusión de que para nuestro cerebro no existe lo endógeno. Una televisión sin enchufar está siempre apagada.

Pienso muy diferente porque siento muy diferente. Mi vida es muy diferente porque pienso y siento muy diferente. Soy muy feliz porque llevo una vida que encaja conmigo como anillo al dedo.
Empecé el comentario con una pregunta, y lo acabo con otra: ¿Has pensado alguna vez en hacer algo y no lo has hecho? Yo lo pensé y lo hice. Aquello marcó una gran diferencia en mi vida.