Durante mucho tiempo pasé horas uniendo puntos hacia atrás. Hace años terminé una autobiografía que no he publicado recordando y recordando.
Recordar es más útil si va acompañado de alguna pregunta. Los porqués ayudan y los cómo ayudan a resolver. Todavía hoy, cuando tengo alguna dificultad recurro a ellos. A veces descubro por qué siempre me pasa «lo mismo» e intento que me «pase algo distinto». La realidad es más terca que yo, y cuanto más terco soy yo, más terca es la realidad. Nací pensador pero también soy hacedor. Si las cosas se complican me paro a pensar. Si las cosas me van bien, disfruto todo lo que puedo y me dejan.
Aprendí a no sufrir estrés también pensando qué me lo provocaba. No creo que sea la mejor manera, ni mucho menos la más rápida. Con suerte, puede ser la definitiva. Dejar que pase lo que va a pasar, quieras o no quieras, ayuda. Reducir el miedo es difícil y, a veces, puede no ser ni recomendable. Yo tengo pocos miedos pero alguno queda por ahí. Se descubren cuando algo te saca de ti. O alguien. Si el motivo no es el miedo es que quieres que la sal tenga un sabor dulce. Todos nacimos bastante cabezotas.
Voy a descansar dos semanas de mi rutina diaria aunque no voy a romperla del todo. Me siento muy cómodo con mis cosas y me queda cuerda para rato. Hace tiempo vi claro que moriría haciendo «lo mismo». El motivo es que lo mismo todavía me sabe diferente. Con trastorno bipolar hace falta sentir que los días no se repiten pero no te desbordan. Estar muy abierto a lo que pueda ocurrir es lo más difícil.
«Yo cuajé mi depresión de frustración en frustración. Querer y no poder frustra. La frustración lleva a la desesperación y eso acaba en un apagón. Yo cuajé mi manía con la mezcla más explosiva que existe: desesperación y fantasía. Decía Einstein que no hay que ocultar lo que se reconoce como cierto. Ahí lo tienes: negro sobre blanco. Es hora de recordar y unir puntos»