El otro día le comenté a una persona de mi nueva familia que estoy diagnosticado con trastorno bipolar y a lo que me dedico. Aunque él algo ya sabía, no es lo mismo que te digan las cosas de tú a tú. Me sorprendió mucho la forma en que reaccionó. Muchas veces no sucede nada de lo que nos esperamos. Respondió contándome algunas cosas muy íntimas sobre su vida, algunas muy sorprendentes. Tanto como le sorprenderían las reacciones de una persona en hipomanía o manía a alguien que desconozca lo que es el trastorno bipolar.

Cuando hablamos del estigma o de salir del armario en la asociación de Bilbao, suelen surgir muchas dudas y las conversaciones se calientan un poco. Yo siempre digo lo mismo. Me resulta fácil salir de armario porque me siento bien y no me siento muy diferente a nadie. Además dedicarme a lo que me dedico y de la forma en que lo hago, sin salir del armario sería imposible. Así todo cuesta menos. Cuando sufría los síntomas mi vida era más parecida a una novela fantástica o de terror que a un relato. Ocultaba todo lo ocultable. Trataba de aparentar que me sentía bien cuando no lo estaba. Por este motivo, sufría el doble. Nunca más he tenido que volver a hacerlo. La última, hace ya cinco años, nadie pareció darse cuenta de que estaba deprimido aunque quizás todos los que me conocen bien se dieron cuenta.

Otra de las cosas que me ha ocurrido recientemente tiene que ver con este comentario. Tengo la sensación de que todo el mundo sabe mucho más de lo que parece aunque uno se empeñe en pasar desapercibido. Seas homosexual, paciente de la salud mental – o enfermo para los profesionales de la salud mental- o aficionado a coleccionar cromos de la liga de fútbol con cincuenta años. Muchos enfermamos de más, o nos sentimos mucho peor, al ocultar lo que la sociedad parece ver como demasiado diferente. Lo curioso es que cuando alguien rasca un poco, nadie es lo que parece. El motivo para tratar de aparentar lo que uno no es puede ser de lo más variado. Hoy en día te pueden discriminar hasta por ser pelirrojo. Aunque no te dirán nada, te mirarán más de la cuenta por tus pecas o el color de tu pelo.

La discriminación no es un problema sólo de derechos sino de igualdad de trato. Estamos muy lejos de conseguir acercarnos a una situación más propia del siglo veintiuno. Vivimos en la Edad Media de la igualdad de trato. Carlos Mañas, autor del libro «Cuando mi cabeza me hace trampas»  llama «cacheo visual» a la mirada diferente al diferente. Este libro del autor gallego está en mi lista de libros pendientes.

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