Cuántas más personas bipolares conozco a fondo, más diferentes me parecen a las que no lo son. Muchas son las diferencias, y hoy aquí me limitaré a escribir sobre la que me parece más llamativa y común. Yo antes me identificaba con ella. Ahora ya no.

La sensibilidad a ser heridas me parece la más importante a trabajar para poder tener una buena vida. Recuerdo que con poco más de veinte años, hubo algo que me hizo un daño especial. Uno de mis hermanos y yo habíamos dedicado mucho tiempo y más ilusión en imprimir unas camisetas. Con distintas planchas, estampábamos colores, letras e imágenes de todo tipo. Un día nuestro hermano mayor nos encargó unas camisetas y, al verlas, él y su mujer sólo vieron defectos en ellas. Yo vi el defecto en ellos.

El enfado me duró meses. Aquello me dolió más que una cuchillada. En aquel entonces, mi vida era normal. Nunca había tenido ningún problema de salud. Ahora he aprendido a que las cosas me resbalen más, aunque sigo teniendo la mala costumbre de aguantar más de la cuenta. Doy dos oportunidades a mi paciencia. A la tercera, me hago escuchar y pongo límites a los demás si necesito hacerlo.