Una persona que aprecio mucho ha pasado tres semanas en el hospital. El otro día hablando con él por teléfono lloré por dentro. Haber aprendido tanto me ha ayudado mucho más a mí que lo que puede ayudar a los demás. Soy muy consciente pero me cuesta aceptar que hay cosas que no puedo evitar. Cuando tengo la oportunidad de decirle algo importante a alguien, ya no me callo.

En la última reunión de Esperanza Bipolar de esta semana, le comenté a una persona la manera en que yo he aprendido a evitar caer en la psicosis. Sé que es efectiva porque la he probado en mi propio cuerpo y mi salud ya no depende tanto de lo que me rodea. No vivo blindado ni estoy más atento de lo que está una persona cualquiera en su vida diaria. He pasado la prueba más difícil hasta ahora y seguiré intentando ayudar a otros mientras pueda hacerlo.

Si las reacciones de nuestro cuerpo fuesen previsibles, no pasaría lo que pasa. Yo tengo muchas claves que me guían y estoy convencido de que son claves que pueden ayudar a cualquiera. Si no fuese así, no llevaría ocho años escribiendo en este blog ni hubiera empezado a grabar vídeos para el canal de Youtube de Esperanza Bipolar. Tampoco seguiría reuniendo a personas en Bilbao ni seguiría escribiendo libros sobre el trastorno bipolar.

Hay días que escucho cosas que dicen algunos psiquiatras que ya ni me molestan. Se trata de una buena señal de salud, sigo mejorando día a día. Si algunos psiquiatras hablaran menos e hicieran mejor su trabajo, la salud de sus pacientes mejoraría de manera radical. Cada día estoy más convencido de que gran parte de ellos tienen pocas posibilidades de mejorar la salud de muchas personas diagnosticadas con trastorno bipolar. Viven en una ilusión que se refleja en unas estadísticas muy mejorables. Su trabajo no es fácil. La salud mental requiere muchas habilidades de las que carecen muchos. Si la mayoría cuidara los detalles en su atención y su forma de trabajar, muchas personas mejorarían. Yo es lo que hago cuando me relaciono con personas con trastorno bipolar, y lo logro con la mayoría.  

Antes me hacía tanto daño mi propia mediocridad que cuando la superé apareció un nuevo problema: no soportaba la mediocridad de los demás. Un día me di cuenta de algo importante. Si yo no era responsable de ser un ingeniero mediocre, los psiquiatras mediocres tampoco lo son. También me he dado cuenta que ser mediocre es lo normal. El problema es cuando uno sufre por ser normal. Yo quise ser excepcional en lo que hacía antes y no lo logré. Mis resultados ahora son bastante excepcionales y me siento muy bien. Hay cosas que son muy difíciles de cambiar en uno. Deben estar escritas en esa complicada espiral que obsesiona a los científicos.

Mientras sigan buscando en el cajón equivocado, las cosas no cambiarán. Se acercan meses de descanso que voy a disfrutar al máximo.