Este año está terminando muy bien para mí. En el cuestionario de once preguntas que he diseñado para valorar el bienestar de una persona bipolar, o neurotípica, me he valorado con un 9. Ha sido el mejor año de mis últimos veinticinco años, edad en la que no sabía lo que era el trastorno bipolar. Muchos son los motivos que me hacen sentir tan bien.
El otro día estuve con Enrique, un amigo al que estoy muy unido. Hace seis años lloré por él. Había dejado de ayudarle porque yo quería dedicar todo mi tiempo a Esperanza Bipolar. Él lo había perdido todo y ahora se ha encontrado con la cara de la moneda. Recibe premios, sale en los periódicos, la televisión y no tiene tiempo ni para quedar conmigo. Ya sabes que soy un egocéntrico, Enrique. Me alegro mucho por ti y por Marta, tu mujer. Casi me haces llorar la semana pasada cuando me hablaste de algunas de tus dificultades de ahora.
Fui a verle hablar de su experiencia en un encuentro para emprendedores. El primer ponente era una persona con nombre y no cabía un alfiler en la sala: todos se sienten atraídos por los hombres mediáticos a quienes escuchan atentos. A la hora de mi amigo, la sala estaba casi vacía. Cuando llegó el turno de preguntas, se me ocurrió hacer una pregunta a Enrique porque me picaba una curiosidad. Mi amigo Enrique me miró y se empezó a reír antes de que yo hablara. Sólo con verme no podía parar. Me encantó. Unos días antes, dentro de mi coche me explicó que en su «éxito» tuvo que ver mucho lo que él llama «churro». Ahora que no hace previsiones tiene más trabajo del que puede abarcar. Parecido a lo que me pasa a mí. Mierda de éxito :))