Antes dejaba pasar el tiempo sin poner soluciones a algunos de mis problemas.
Por ejemplo, dediqué lo mejor de mi vida a estudiar en la universidad sin ninguna ilusión. Nada más y nada menos que siete años, el tiempo necesario para dominar casi cualquier campo, incluso el trastorno bipolar. Ahora puedo explicar las matemáticas a Raquel y Roberto.
Después me ocupé en una profesión que no me gustaba para acabar deprimido: cinco años. Iba mejorando en tiempo de reacción y empeorando en salud. Más tarde, pasé a dar palos de ciego para acabar en un hospital. Como no podía ser de otra manera, los tiempos se acortaban y yo empeoraba: dos años.
Durante seis años me trató el mismo psiquiatra que contribuyó con su mediocridad a mi mala salud. Con trastorno bipolar es muy frecuente ir de Guatemala a Guatepeor. Con un médico y un psicólogo mediocre, el viaje es seguro.
La conclusión a la que he llegado es inútil, como muchas que se basan en la historia personal. Así todo te la voy a contar. Las consecuencias de no tomar una decisión pueden ser muy chungas. No es que me haya quedado como en la fotografía. Son las maravillas de Steve Jobs que antes nos hacían reír en los parques de atracciones.
Me encanta ver la cara de Raquel cuando ve las fotos y se parte de risa :))