Tengo personas a mi alrededor tan convencidas de algunas cosas que pierden el control sin querer. Yo nunca fui la clase de persona segura de todo, y ahora que me siento muy seguro de algunas cosas sigo manteniendo cierta prudencia al hablar y al escribir. Tampoco he sido nunca una persona que hable por hablar. Sé que casi nada sirve para todos porque no hay dos personas que tengan los mismos recursos. Ni siquiera los fármacos sirven para todo el mundo. Además, para poder aprender he tenido que mantener en algunos momentos una capacidad de autocrítica muy sana.
 
Si lees este blog sobre el trastorno bipolar habitualmente, te habrás dado cuenta incluso mejor que yo de los cambios que he sufrido en los últimos años. Cuando llegué a estar demasiado seguro de mis certezas no tuve mi mejor época. Hace poco he podido comprobar en las redes sociales cómo algunas personas se comportan como Jackie Chan cuando tienen que defender algo. Yo pasé de Kung Fu a Jackie Chan sin darme cuenta y ahora he vuelto a «Be water, my friend».
 
Lo mejor de no tener convicciones demasiado arraigadas es la paz que ganas. Para dentro y para fuera. Y como lo de fuera te acaba volviendo el beneficio es doble. Suelo leer con atención incluso a las personas con las que no estoy de acuerdo. Como una persona nos solía decir en Esperanza Bipolar, todos tenemos un cinco por ciento de la verdad. Búscala siempre en lo que dicen los demás.