Llevo unos días notando una saturación con forma de aburrimiento. Me ha pasado pocas veces en los últimos años y no suele ir a más. Me doy cuenta de que suelo rayarme con el otravezlomismo.
Hablando con un amigo por teléfono me he reído un rato. Tiene intención de ir a una discoteca y yo no estoy seguro de que todavía existan. Yo por mi parte cambiando de bar he descubierto un barrio nuevo. No te voy a decir que haya sido la locura, pero me ha sacado del día de la marmota.
Ahora estoy cocinando un plato que lleva su tiempo. Hacía varios años que no me ponía a hacer una media maratón de cocina. Escapar del aburrimiento es vital con trastorno bipolar. Dicen que hay que aprender a aburrirse. Deben ser los mismos que te dicen que salgas de tu zona de confort. Tururú.
Tengo varias cosas en mente para refrescarme pero no me acabo de decidir. Mala señal, eso significa que no tiran del todo o lo suficiente. A veces, esperar a que pase la sensación es lo mejor. Buscar algo que motive no suele funcionar cuando falta motivación. Tirar de los pequeños placeres es una buena solución aunque suele ser una solución temporal para mí. Pasé años dopado hasta los orejas y eso ya no va a volver. De allí salieron mis dos libros y Esperanza Bipolar. Ahora toca mantener en vida a los tres. Si no te cuento ya grandes claves sobre mi proceso y lo que yo considero las claves es para no aburrirte. A veces, las pequeñas cosas como la que hoy te cuento son un mundo.
«Quince años en Esperanza Bipolar son muchos. Diez años dedicado a escribir también. Cinco años dedicados a pensar como si mi cerebro fuese una máquina de vapor son suficientes. Todo lo que conoces de mí viene de ahí. Hora de empezar a vivir de otra manera»