En mi trabajo como ingeniero me aburría. Tenía que buscar continuamente cosas nuevas que me motivaran y las fundía rápido. Tenía que soñar despierto para poder sobrellevar el aburrimiento.
Cuando me aburría pensaba en alternativas que me sacaran de aquella vida monótona y sin sabor. Mi fantasía volaba para evadirme de mi realidad y esa fantasía se convirtió en una droga. Tiraba de la droga de mi imaginación para aliviar el estrés del aburrimiento. Lo hacía con demasiada frecuencia hasta que acabé en un psiquiátrico en Oxford. Años después, la droga seguía dentro de mí y yo no lo sabía. Seguía imaginando para evadirme y estuve a punto de abrir un restaurante porque cocinar para otros me gustaba mucho. Quería volar porque no podía andar. Después aprendí a andar. Con el tiempo aprendí a volar sin estrellarme. Mi fantasía también me llevó a imaginar otras iniciativas porque siempre quise emprender.
«Diagnosticado con trastorno bipolar, el aburrimiento puede llevarte a buscar una intensidad que no te conviene, o puede llevarte a la depresión si el aburrimiento dura el tiempo suficiente. Si te aburres es importante que busques algo en lo que ocuparte que te guste y no te cueste esfuerzo. Con suerte puedes descubrir algo que se convierta en una pasión. Con trastorno bipolar, una pasión puede cambiarlo todo«