En los doce años junto a mi pareja, varias veces sentí rabia. Me guardaba el daño para no hacerla llorar hasta que explotaba. Aprendí a callar para no hacerla daño y a acumular rabia.
No me pasaba a menudo, pero después de soltar la rabia me sentía muy mal. Tenía muy claro que no quería hacerla daño, y eso me ayudó. La quiero tanto que no puedo hacerla daño. Me imagino que muchas veces ella hacía lo mismo para evitar discusiones. Sin mucho amor detrás no habríamos podido aguantarlo. Después de desahogarme, siempre la pedía perdón. Me daba cuenta de que había perdido el control y mi perdón era un perdón sentido. Poco a poco, aprendí a no reaccionar así contra ella hasta acabar con la rabia. Ella me ha convertido en una mejor persona.
«Si tienes reacciones que no puedes controlar, necesitas darte cuenta de qué es lo que te descontrola en concreto. Si tienes un buen motivo para cambiar lo tendrás más fácil. Recuerda el motivo siempre que te vuelvas a descontrolar. Piensa en qué puedes cambiar para reaccionar de otra forma. Yo necesite muchos intentos antes de conseguirlo. Ahora me siento muy satisfecho de haberlo logrado. Por mí y por ella.»