Vivimos en una sociedad que promueve el esfuerzo como valor principal y no voy a negar su valor. Lo único que quiero reflejar en este comentario representa mi visión y mi experiencia respecto a esta palabra que inspira, siempre que la leo, freno y resistencia. Bajo mi punto de vista, el esfuerzo está sobrevalorado con la gran contrapartida del desgaste que provoca esforzarse sin ver resultado alguno. No conozco una prueba mayor de que has elegido el camino equivocado; una lástima que no me hubiera dado cuenta antes porque me habría ahorrado gran parte del sufrimiento.
En la otra cara de la moneda del esfuerzo brilla el oro. Sin haberme esforzado, incluso en aquellos días en que los logros eran pequeños pasos de enano, no hubiera conseguido aprender que todo lleva su tiempo y que a unos nos puede costar más que a otros. La realidad refleja otra conclusión vital para compartir contigo: el carácter sólo se forja allí donde puedas desplegar tus cualidades y habilidades. Si llevas demasiado tiempo esforzándote en un entorno donde sopla el viento en contra, prueba a cambiar de entorno. El viento es la fuerza que te frena y te impide avanzar. No es fácil encontrar una actividad que requiera de tu energía porque hay que tener fuerza hasta para untar una rebanada de mantequilla. Mucho más sencillo resulta encontrar muchas actividades que, de alguna manera, te superan. Los problemas no se resuelven tanto con esfuerzo como con tiempo por delante. Donde está el límite de tiempo para llegar a la conclusión de que el esfuerzo ya no merece la pena, sólo lo puedes valorar tú.
Todo lo escrito hasta ahora no es sólo aplicable al terreno profesional o a tu ocupación sea cual sea. Lo mismo aplica a otras muchas situaciones de la vida donde uno siente que no puede dar más de sí. Seguro que conoces más de una; conflictos en las relaciones con otros, problemas de pareja, o el clásico «yosolocontraelmundo«. Saber donde parar y darse la vuelta o cuando decirte «hasta aquí hemos llegado» es una asignatura que no se enseña en los colegios. Suponiendo que no hayas recibido una educación que te haya replegado a la aceptación del sufrimiento y el «totalesloquememerezco».
El mejor ejemplo de lo que es el esfuerzo lo tengo en mis hijos. Mi hija, con una responsabilidad casi adulta y capaz de concentrarse, roza lo que un profesor puede considerar como el alumno ideal. De hecho, lo es. Mi hijo, todo lo contrario, resulta agotador porque él nunca se agota. ¿Quién se esfuerza más en el colegio? Muchos profesores no coincidirían comigo. Sin embargo, yo creo que mi hijo se esfuerza más aunque se dedica menos. Basta con ver lo que le cuesta estar sin hacer el pino, leer, saltar, ver la televisión, estudiar, cantar, hablar… Energía en estado puro 🙂
Hay 4 comentarios en este articulo
El esfuerzo no deja de significar una tensión entre lo que hay y lo que uno quiere que haya. Es un estar a la expectativa de que suceda aquello que uno quiere que suceda. Esto genera ansiedad, ansia viva como diría el humorista. ¿Qué ocurre si desaparece el ansia?. ¿Uno se tumba a la bartola y ya está o uno está en sincronía con su propio devenir?. Bien, cuestiones filosóficas aparte soy de los que piensan que debe establecerse cierto equilibrio entre las energías que uno emplea y aquello que logra y consigue. Estimar si compensa o no el esfuerzo, desestimando aquello que produzca déficit en uno mismo. Pero, ¿cómo darse uno cuenta de esta simpleza si se vive en un entorno o situación en la que se demanda y presiona para ser más productivo y acaparar más y más?. Son cuestiones vitales, actitudes, inercias.
Uno debe conocer el relax, saber que se puede vivir de manera relajada, con mínimas tensiones o debe ser un privilegiado tal vez, por poder o saber vivir de esta manera. Y desde este sentirse uno un privilegiado, puedo decir que el esfuerzo es necesario, que cierta tensión debe existir, pero que la motivación debe estar convenientemente orientada. Porque pienso que se emplea y exige mucho esfuerzo de puertas afuera y muy poco en mirarse uno hacia dentro. La cura y terapia está fuera, dentro también. Con cierto esfuerzo hay cosas que pueden suceder, eso es lo positivo.
De chico era "buen estudiante", respondiendo tal vez a las expectativas de mis padres. Sin embargo mi hermano no quiso comulgar con el sistema y en alguna ocasión se esforzaba lo justo para copiarme la tarea. Y hoy es el día que sigo pensando que es más listo que yo. De él aprendí a relajarme en vacaciones.
Encuentra el goce en el no hacer, este es el resumen.
Soy nueva en la "hermandad" de bipolares, pero no sabes cuánto acaba de reconfortarme este apunte, Alberto. Llevo días esforzándome, sin atisbo de mejora o recompensa. No dejarse ir, sí. Consumir excesiva energía por conseguir salir cuanto antes, no... eso hace efecto rebote.
Gracias, compañero. Muchas gracias.
Un abrazo!!
Theo, las expectativas generan una ansiedad invisible y creciente. Si consigues vivir ajeno a ellas, tu calidad de vida puede mejorar muchísimo. Ser capaz de aprender a vivir de una manera relajada cambia la vida de una persona de una manera inimaginable, pero se requieren de muchos recursos y habilidades personales para lograrlo. El goce en el no hacer, para mi es un propósito inalcanzable, y quizás sea una buena estrategia para llegar a conocer el relax, como bien propones. Yo , de momento, encuentro el goce en el hacer :)
Isa, consumir excesiva energía para salir cuanto antes puede hacer efecto rebote, como bien dices. Creo que es más importante para salir de la depresión hacer pequeños esfuerzos, aprender a relajarse, a no torturarse con los pensamientos negativos y a disfrutar de las pequeñas cosas. Ojalá pronto estés de vuelta a la salud con nosotros y toda la gente que te quiere :)