Voy a dedicar esta publicación al título del blog y su importancia, mucho mayor de lo que aparenta ser.
En la mayoría de los casos, las crisis que atravesamos o hemos atravesado los bipolares no son únicas.
Es muy lógico pensar que has llegado a un punto de no retorno, porque las experiencias que se repiten normalmente dejan un mensaje grabado en tu memoria del que es difícil desprenderse.
A pesar de que tengas esa sensación de que la vida, tal y como la conocías hasta el momento en que padeciste la primera crisis, ha terminado para siempre, no tiene porqué. Aunque las estadísticas avalen lo contrario.
Sé muy bien que no es fácil la recuperación, de hecho, sin una ayuda profesional muy eficiente, mi opinión es que es del todo imposible. Aún en el supuesto de que supieras qué necesitas cambiar, no resulta fácil hacerlo. Los bloqueos y las respuestas automáticas se escapan muchas veces a nuestro control.
En mi caso particular, desde que me diagnosticaron el trastorno bipolar, hasta que comencé a sentirme bien de nuevo, transcurrieron más de tres años de psicoterapia que me hicieron comprender quién era yo y me ayudaron a tomar decisiones importantes que mi salud corroboraron como acertadas. Como Eduardo Grecco dice en su libro «Despertando el don bipolar»; el bipolar tiene muchas dificultades en buscar en los repliegues de su intimidad.
Estoy convencido de que sin la convicción de que podía recuperarme, nunca lo hubiera logrado del todo. Esta es la esperanza a la que me refiero, y considero imprescindible para andar el mismo camino del bienestar al sufrimiento, pero en sentido contrario.
«La esperanza es lo último que se pierde» -dice el dicho. ¿Qué te queda, entonces, si la has perdido? Un sufrimiento que, muchas veces, no tiene fin.
La esperanza de que el esfuerzo por recuperar la salud, tarde o temprano, se verá recompensado.
Uno no amanece pensando: ¡Qué bien me siento! La recuperación, si se produce, es lenta y gradual y siempre basada en pequeños o grandes cambios.
Llegado el momento en que se han derrumbado los cimientos que te sustentaban , es obligatorio priorizar tu salud. Sin salud, todo lo demás sobra. Con salud, puedes rehacer tu vida y volver a sentir una sensación de bienestar que creías olvidada pero está esperándote. Aunque estés diagnosticado con trastorno bipolar, es posible. Sea cual sea tu historial médico no te niegues esa posibilidad. Es imprescindible creer en ella.
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Efectivamente, una nueva vida es posible. Una vida engalanada o reencantada tras la poda que puede llegar a suponer el mismo trance de la enfermedad.
Para mi sigue estando muy presente la posibilidad de volver a enfermar, pero más presente está aún la idea de vivir. Vivir y comulgar con todo lo que de vida hay a mi alrededor. Y que nadie se lleve a engaño, el sufrimiento es consustancial a todo lo que está vivo. Asumirlo o no, aceptarlo en suma, es una difícil lección que todo ser humano debe enfrentar en uno u otro estadio de su vida.
Cuando el sufrimiento ha sido muy hondo uno nunca lo olvida. Sin embargo, llega el momento que deja de doler y ese pequeño poso que todavía te queda, supongo, en forma de miedo, si consigues encontrar la estabilidad irá poco a poco desapareciendo. Al menos, así es como yo me siento ahora y espero que tú puedas decir lo mismo algún día. Un abrazo.