Cuando te hacen mucho daño cuesta perdonar. Si el daño te lo han hecho dentro de tu familia todavía más. Con suerte se necesita mucho tiempo y hacer bien las cosas.
Mi padre me hizo mucho daño sin querer. Perdonarle me llevó casi diez años. Recordar cómo influyó en mi vida me hizo acumular mucha rabia. Nunca supo escucharme. Además mi padre no aceptaba mis decisiones sin volverse loco. Al final, acabó por volverme loco a mí. Después de una llamada de teléfono exploté con él. Un tiempo después, encontré una manera de reconducir nuestra relación. Le escribí una hoja para que la leyera en casa. Palabras con corazón pero sin maquillaje. Fue como firmar un tratado de paz cuando pasaba de los ochenta años. Nunca hubiera podido tener una conversación con tan buen resultado. Aquella solución fue casi mágica.
De manera casi instantánea sentí una tranquilidad nueva dentro de mí. Cuando no perdonas a un padre, o a una madre, hay algo dentro difícil de sobrellevar. Una cosa es perdonar y otra cosa es acercarse a la persona que te ha dañado. Para hablar de algo tan delicado necesitaré otro comentario. Volver a exponerse al daño puede ser mucho peor. Lo normal es entrar en una espiral que no acaba nunca. El perdón es clave con trastorno bipolar.