A veces no es tan fácil saber lo que te hace daño. La manera más fácil de descubrirlo es dejar de hacerlo y, de repente, sentirse bien. Yo sufrí mucho porque deseaba cosas que me acababan por hacer daño. Sin querer, cuando dejé de desearlas me empecé a sentir bien.
Hay cosas que dañan pero dan gusto también. Con esas hay que tener más cuidado todavía. Normalmente se repite el mismo plato cuando te ha sabido bien, aunque te haya sentado mal. El cerebro es un poco tonto. No conozco ninguna manera de abandonar algo que te hace daño si no sabes lo que es. Pensar sobre tu vida puede ayudarte a despejar algunas dudas. Yo lo hice, y despejé muchas para no volver a caer en el mismo error.
Te puede hacer daño un lugar, una compañía o una actividad. También una manera de pensar o una manera de reaccionar. Siempre que me siento mal, pienso en lo que me ha hecho daño. Ya sólo me pasa un par de veces al año, pero las aprovecho para conocerme un poco mejor e intentar cambiar algo. Esta forma de aprender ha sido la que me ha conducido a no volver a caer en una depresión nunca más. Y también a evitar subirme por las nubes o acabar pensando que algo o alguien conspiraba contra mí. Me ha llevado tiempo pero visto el resultado volvería a hacerlo.