Con cuarenta años encontré satisfacción en lo que hacía. Tuvo mucho de casualidad descubrir lo que da un sabor especial a mi vida. Lo que hice, hago, y haré mientras pueda, se llama Esperanza Bipolar.
En las primeras reuniones sentí algo especial. En unas semanas, personas que no podían hablar ni pensar, comenzaban a recuperarse. Ver el cambio en ellas descubrió en mí algo que yo mismo desconocía. Acababa de descubrir mi vocación sin saberlo. El tiempo se encargó de enseñármelo y pronto supe que me dedicaría a las personas con trastorno bipolar. Me llamó tanto la atención ver que con unas sillas se podía lograr algo tan impresionante, que me quedé enganchado. Puse mis cinco sentidos en lo que hacía y la sensación de satisfacción cada vez era mayor. Quería seguir viendo ese espectáculo. Con el tiempo, empecé a ver la parte dura de toda actividad. Había personas que regresaban al hospital y otras que no mejoraban tanto. Años después, me di cuenta de que no podría dejarlo.
«Si no has encontrado tu pasión no importa. No hace falta tener muchas ganas de vivir para tener una buena vida. Con trastorno bipolar es tan importante la satisfacción como la motivación. La ventaja de la satisfacción es que no conlleva ningún riesgo. La satisfacción alivia el estrés, y la tranquilidad es fundamental para sentirse bien. La satisfacción de los pequeños placeres también puede ser suficiente para no deprimirte. Y eso ya es mucho decir con trastorno bipolar.»