He estado a punto de alejarme de un buen amigo. Hablé con mi pareja y me dijo que hablara con él sobre el problema. No lo hice.
Decidí esperar un tiempo y vencí el miedo a ser dañado otra vez. No tenía miedo a perder a mi amigo pero pensé que podíamos acabar haciéndonos daño. Además pensé que él sufriría la separación. Creo conocerle bien. Ahora me siento muy bien porque valoro su amistad y a él como persona. Él no está diagnosticado con trastorno bipolar, la mayoría de mis amigos sí. No necesito muchos amigos y creo que no sufriría demasiado la falta de uno si lo perdiera. Sé que tengo una sensibilidad especial y me gusta cómo soy. No quiero renunciar a ella. Tuve una reacción al teléfono con mi amigo que le calló durante unos segundos que me parecieron eternos. Quizás comprendió lo que le dije. O quizás lo olvidó al de cinco minutos. Mi sensación es que la bofetada verbal le abrió los ojos. En realidad eso ya no importa mucho. Para mí sigue siendo un reto tener relaciones con personas poco comprensivas. No suelo malgastar saliva cuando veo que un problema tiene profundidad. Elegí esperar y parece que fue una buena decisión. Quizás me doy cuenta de muchos detalles y eso me convierte en más vulnerable. Eso tampoco necesito cambiarlo de momento. Me va bien como soy.
«De joven, contenía mis reacciones y era muy sensible. He aprendido a no guardar durante mucho tiempo y suelto presión si lo necesito. Así no sufro de estrés y me hago respetar. Tuve problemas por aguantar demasiado y ya no lo hago. Si hago daño, intento reflexionar»