Siempre he tenido la necesidad de hacer. Hubo una época en la que tuve una necesidad excesiva de hacer.
En los primeros años de Esperanza Bipolar sentí mucha intensidad. Ahora hago y no hago. Tengo un dedo sobre la palanca y elijo si hacer o descansar. Desde que dependo de mi voluntad siento una tranquilidad especial. Tener demasiada necesidad con trastorno bipolar es peligroso. Lleva a atragantarse con lo que sea. Puede ser una persona o un hacer. La necesidad si no va a más, va a menos. Nunca se queda parada. Sentí la necesidad de escribir durante años, ahora es diferente. Sentí la necesidad de ayudar a todo el mundo hasta que me di cuenta de algo importante: es imposible hacerlo sin jugarte la salud. Sentí la necesidad de emprender y lo hice. Ahora siento la necesidad de mantener lo que comencé y lo hago. Sentí la necesidad de apoyar a mis hijos y lo sigo haciendo. Aprendí a hacer todo de una manera diferente para no hacerme daño. A veces, buscando la forma de no sentir estrés. Siempre con la intención de no hacer daño a los demás. No siempre lo conseguí, pero siempre aprendí una lección. Ahora es el momento de poner orden en mis prioridades. Todos los años intento hacerlo y lo escribo para no olvidarme. Cuatro nombres propios y Esperanza Bipolar. Por fin he conseguido ordenar mis prioridades de una manera que me hace sentir en las nubes. No tengo una vida contemplativa pero me encanta contemplar la vida. Cada cosa tiene su sabor y todo suma.
«Mis necesidades han cambiado un poco, pero no tanto. Las más importantes permanecen. Hacer algo significativo con mi vida era una de ellas y la puedo satisfacer. Amigos, amor y familia me llenan de distinta manera. Ahora concentro mi atención en mis amigos más íntimos. Ya no me desgasto con nadie ni con nada. Aprendí gracias a la decepción, la frustración y el daño»