Cuando veo que pierdo impulso, busco algo nuevo. No me suelo quedar anclado porque tengo en mente siempre varias cosas por hacer. Esto me permite no caer en la desmotivación.

Mirar hacia adelante no siempre es fácil. Yo lo hago siempre que puedo porque hacerlo depende sólo de mí. No siempre me sale bien pero no dejo de hacerlo. Aunque también vivo mucho en el presente, suelo soñar mucho despierto. Lo que evito siempre es dejar volar mi imaginación a los imposibles. Hacerlo sólo me llevó a la depresión y al trastorno bipolar. Si la vida fuese una rosquilla he aprendido a no mirar al agujero. Esta metáfora no ha salido de mi cabeza, pertenece a un anónimo.

Aunque mi vida sigue una rutina siempre intento añadir algo nuevo. Puede que sólo sea un pequeño detalle pero los detalles son también importantes. Ahora mi madre es el centro de la mayoría de mis detalles. He aprendido a no sentir tensión, aunque mi vida sea bastante tranquila vista desde fuera no siempre lo es. Un médico me hizo sentir mal y la solución ha sido fácil esta vez por fortuna. Buscaré quien sepa escuchar mejor. Algunos médicos piensan más en ellos que en el paciente y eso se nota. Saber cómo funciona el mundo ayuda a no pelearse contra él. El mundo pesa siempre más que uno mismo y la fuerza de la maquinaria ni te cuento.

«Cuando pienso en cómo mantengo mi salud a pesar de mi mala salud me sorprendo un poco. Conozco las claves pero así todo desconozco hasta cuándo podré seguir así. Como esto empieza a tener el sabor de la cuenta atrás, saco jugo a la pequeña naranja que tengo en la mano. El zumo de limón una semana se tolera, pero más tiempo acaba por amargar.»