Desde hace un tiempo me parece ver más inestabilidad fuera que dentro de mí. Muchas personas sin diagnóstico están peor que yo. Por circunstancias o por quién sabe. No me alegro, lo veo.
Cuando sufría el trastorno bipolar envidiaba a algunas personas. Veía que podían hacer cosas que yo no podía hacer. Ahora es al revés. La vida da muchas vueltas, y las que le quedan. Voy a seguir estando para las personas que quiero y para quien me necesite también. La única condición que me impongo es que no me hagan daño ni me hagan perder la tranquilidad. Yo ya hice mis «deberes».
Las depresiones están tan lejos que las recuerdo como se recuerdan los malos momentos y las malas épocas. Las sensaciones físicas eran tan dolorosas que no se pueden olvidar. También recuerdo muy bien la hipomanía. El brote maníaco y psicótico también dejó una huella que visito con frecuencia. Han pasado veinticinco años de él. Los últimos coletazos de la psicosis fueron más recientes pero también sólo son recuerdos. Con toda mi experiencia y aprendizaje voy a continuar con las conversaciones de Esperanza Bipolar en Skype y en el centro cívico de Bilbao.
Soy muy consciente de que es muy difícil llegar al punto en el que me encuentro. He tenido que derretirme las neuronas muchas veces pensando sobre mí y otras muchas pensando sobre la enfermedad. Quizás algún día escriba mi último libro con mis conclusiones más importantes y puede que desconocidas incluso por la ciencia. Lo escribiré para las personas que sufren el trastorno bipolar. Yo ya terminé mi trabajo.
«He tenido también suerte hasta ahora. Ojalá cuente con ella a mi lado a partir de ahora también. He optado por una vida tranquila a pesar de todo lo logrado porque es lo que quiero para mí. No voy a poner en riesgo mi tranquilidad por nada porque me ha costado mucho alcanzarla. Tengo ilusiones por cumplir y son otra de mis prioridades»