Hace unas semanas mandé un e-mail a una psiquiatra canadiense de una fundación que va a diseñar una aplicación de móvil para las personas diagnosticadas con trastorno bipolar. Me ofrecí para colaborar y no me contestó. De todas formas, tengo otras cosas que hacer más importantes.
Mi opinión sobre la ciencia es la siguiente. Todo lo que no encaje con su paradigma, no entra. Cuando la ciencia trabaja de esta forma, no se puede producir un cambio de paradigma. Si Kraepelin estaba equivocado, el mundo morirá equivocado. Un hombre que nos dejó en 1926 ha marcado un rumbo que se mantiene. El año que se inventó la televisión. La televisión desaparecerá, la psiquiatría biológica no.
Hipótesis. Supongamos que los fármacos no fueran necesarios para todo el mundo. Que muchas personas están en tratamiento sin necesitarlo. Supongamos también que las personas que están en tratamiento, y no tienen buena salud, quizás mejorarían con otros tratamientos. ¿No se plantean los científicos estas preguntas?
La ciencia ensaya. ¿Por qué no hacen otro tipo de ensayos tomando el tratamiento farmacológico como una opción más? Se me ocurre que se podrían extraer nuevas conclusiones. ¿Y por qué no estudiar a fondo los «casos anecdóticos»? Lo excepcional en ciencia no es relevante. Sin embargo, tomando lo excepcional como muy relevante la ciencia avanzaría más rápido. Lo que nadie explica es que la psiquiatría es básicamente estadística. El pasado nunca predice con seguridad el futuro, pero menos es nada en medicina.
No tengo una buena opinión respecto a la psiquiatría. No la juzgo, sólo la valoro. Ni el doctor Vieta, ni los mayores expertos sobre el trastorno bipolar, me parece que estén haciendo bien su trabajo.