Radiohead al sol. En un mundo feliz, las jóvenes promesas de la música están subvencionadas por las farmacéuticas. Si quieren empezar por los escritores no prometedores que me llamen. Los fármacos no son ni buenos ni malos, a veces, y para muchos, son necesarios.
Ahora busco la soledad y encuentro sentado en un banco un motivo para replantearme qué hacer con mi vida a partir de ahora. Tengo varias ideas pero sólo un cuerpo. Como nunca he sido una persona muy adaptable, intentaré explicarte qué voy a hacer con lo poco que sé hacer: escribir, conversar y comunicar seguirán siendo mis tres ases.
Me motivaría promover que personas con trastorno bipolar se conozcan en su ciudad. Sólo hay un problema: necesito que quieran hacerlo, y eso no depende de mí. Hay una regla universal que no falla: nadie hace lo que no quiere hacer. Si todos la tuviéramos presente -psiquiatras incluidos- , a todos nos crecerían margaritas en los agujeros de la nariz.
Cuanto más normal me siento, más raro me siento. Debe ser la novedad, espero que se me pase. Cada día me importa todo menos, como si me fuera a morir mañana.
Que la mayoría de las personas hablen como si esto fuera el Sálvame Pepino, ha acabado por contagiarme un poco. También me estoy desenamorando un poco del amor, y eso me pone triste. Aunque creo que por otro lado me viene bien. A la fuerza ahorcan, pareció decir el ahorcado.
Menos mal que me quedan mis amigos. No quiero perder el contacto con mis amigos, tan valiosos y tan diferentes. Especialmente mis amigos con trastorno bipolar. Amo lo diferente, supongo que es la única manera que he encontrado de quererme.