Lo bueno no se hace esperar mucho. Lo mejor puede que sí. También se puede perder lo bueno en un abrir y cerrar de ojos. Encontrar un buen psiquiatra puede costar una vida. Yo tuve suerte, me llevó cinco años.
Hasta que tuve la suerte de encontrar un buen médico, iba de mal en peor. Pasé por varias depresiones y una manía que acabó en brote psicótico. Tres años después tuve una hipomanía que me llevó al límite. Mi hermano pudo verme en ese estado y no sé lo que pensaría. Una fantasía de escape presionado por el miedo. Cuando salí del entorno tóxico al que nunca pude adaptarme del todo, empecé a flotar. Mi última depresión fue hace dieciséis años. Cambié los presupuestos y las planificaciones por los libros. Después cambié los libros por las personas. En los últimos cinco años he pasado de lo bueno a lo mejor gracias a que he aprendido a hacer todo lo relacionado con Esperanza Bipolar sin sufrir estrés.
Tener ilusión ayuda a no caer en la depresión, estar descansado también. Sin grandes ilusiones también te puedes sentir bien. Yo no tengo grandes ilusiones, vivo de realidades que siento como grandes. Lo que para muchos es algo normal, para mí es lo más. Ya no me dan placer mis propios logros, pero agradezco tener la oportunidad de disfrutar de los logros de los demás. El otro día, un conocido me dijo que sólo hay dos cosas importantes en la vida. La primera, disfrutar. La segunda, intentar hacer felices a las personas que quieres. A disfrutar no se aprende, lo tenemos escrito y está en todo lo que nos da placer. El placer nunca se hace esperar. Está en cada momento en que la vida no te golpea. Muchos pequeños placeres y pocas obligaciones desagradables son necesarias para sentirse bien con trastorno bipolar.
«Llega un punto en el que tener paciencia significa cuidar lo bueno. Para poder tener lo mejor hay que cuidarse de no perder lo bueno. Al mismo tiempo, conviene estar preparado o dispuesta a perderlo aunque duela. Esta parte es la más difícil. Si madurar significa aprender a perder, la vida te enseña a madurar porque siempre acabas por perder algo o a alguien.»