Lo que no puedes adivinar se llama futuro. La cabeza funciona de una manera muy curiosa: cuando las cosas van a peor, imaginas lo peor. Cuando las cosas van a mejor, imaginas lo mejor. Pero imaginar no es adivinar.
Saberlo está muy bien, aunque no sé si servirá de mucho. Tengo dolor crónico desde hace trece años y este mes ha sucedido algo que nunca pude imaginar: puedo ponerme calcetines y zapatos en invierno cuando llueve. Si alguien me lo hubiera dicho antes, le hubiera tomado por inocente. Algo en mi sistema nervioso ha cambiado. He perseguido por todos los medios no necesitar pastillas para dormir y por fin lo he logrado. La verdad es que no estaba seguro de que lo lograría.
Este mes es el mejor de mi vida desde que sufrimos el accidente. He aprendido a tratar a mi hijo sin perder la cabeza ni dejar de «enseñarle», y he aprendido a no juzgar a mi hija. Dicho así, no parece gran cosa. En la práctica ha sido un mundo. Por cierto: un mundo que he tenido que construir en los últimos años muy poco a poco.
La semana pasada no te escribí porque estaba tan ilusionado con poder salir a la calle con zapatos y ver llover que aproveché para disfrutar de la nueva sensación. Del trastorno bipolar te seguiré contando cosas que me han ayudado mucho. Hoy quería contarte algo personal que me ha hecho saborear un poco más la vida.