Muchas cosas en diez años, tantas que no caben en este comentario. Como las que yo tuve que cambiar no tienen por qué ser tus prioridades, ahí voy con lo importante.
Todo lo que me hacía daño fue mi primera prioridad. Cuando una persona o una situación me hacía sentir mal, me exprimía la cabeza hasta que daba con una clave. Lo mismo era un psiquiatra equivocado que una persona muy querida. Me costó menos tiempo aprender a que me resbalara lo más lejano que lo más cercano. He llevado muy mal las decepciones con las personas en las que confiaba o hacia las que sentía que les había dado mucho. Pensar demasiado o fijarme mucho en los detalles me ha hecho también daño. Por un lado es útil para aprender, pero en todo exceso se esconde un riesgo. Después, cuando yo hacía daño a alguien me centraba en aprender a evitarlo. Con algunas personas cambiar me llevó mucho tiempo, con otras tuve que hacer algo radical para marcar un antes y un después. Todavía no he aprendido querer mucho a algunas personas sin decepcionarme.
«Si tiendes a pensar a menudo aprovecha la cualidad pero no la exprimas. Si no reflexionas, nunca aprenderás. Si aprendes a escuchar lo que duele, aprenderás más rápido. Yo aprendí también fijándome en los demás y viendo lo que hacían en circunstancias que yo no sabía manejar. He tenido que llegar a copiar cosas que incluso no me acaban de gustar para sobrevivir»