Cuando enganché con la escritura, enganché con algo bueno. La escritura me hizo mucho bien. Querer escribir me llevó a leer. Leer me llevó a la pasión por aprender. Aprender me llevó a descubrir.
Podía haberme ido al otro barrio sin descubrir mi pasión. Cuando descubres tu pasión no necesitas fuerza de voluntad. El problema es que más y más puede ser menos. La curiosidad me llevó a querer saber más y más. En una época de mi vida, me vi obligado a pensar más y más. A analizar más y más. Me despertaba y apuntaba notas en mis agendas con mis últimos descubrimientos. Si no lo hubiera hecho, no habría llegado a muchas conclusiones importantes sobre el trastorno bipolar. Si te lo cuento, el motivo es simple. Si hay algo, o alguien, que te hace sentir que necesitas más y más, es una clara señal de atención. Cuando empecé a sentir estrés tuve que parar. Cuando me di cuenta de que no tenía sentido ser «el que más sabe», paré. Había llegado donde quería llegar y con lo aprendido necesitaría varias vidas para sacar partido a todo ello. También me di cuenta de que lo que más me gustaba hacer era estar al lado de las personas que lo necesitan. Para mí ver que alguien se siente mejor a mi lado tiene más valor que el mayor descubrimiento del mundo. El mayor descubrimiento se hace una sola vez. Personas que necesitan ayuda hay demasiadas.
«Hasta el mayor de los placeres tiende a agotarse. La satisfacción, sin embargo, puede crecer hasta el infinito. Si buscas satisfacción, y no placer, te sentirás mejor. El placer de aprender me llevó a encontrar la satisfacción. El esfuerzo pocas veces conduce a la satisfacción verdadera. Con suerte, conduce a la satisfacción de sentirse capaz. El problema es que esa satisfacción se agota rápido»