Imaginé que me dedicaba a leer todos los días para escribir un libro. Y así comencé. Necesitaba probar fuera del mundo de la empresa porque intuía una salida para rehacer mi vida.
Mi vida no es como la imaginé pero muchas cosas se cumplieron. La depresión se alejó de mí. Tuve suerte en los momentos críticos. Sobreviví a la muerte y conté con personas a mi lado que me salvaron de la desesperación. Mi madre especialmente. Conté con personas de confianza que confiaron en mí y me apoyaron. Hace un tiempo imaginé hacer lo que hago con otras personas diagnosticadas con trastorno bipolar en Esperanza Bipolar de Bilbao pero a través de una pantalla. Desde la comodidad de casa y desde cualquier punto del mundo. Este año ya conversamos personas de Argentina y Uruguay con otros desde distintos lugares de este lado del Atlántico. Ya no proyecto nuevos cambios en mi rutina para atender Esperanza Bipolar. Ajustar mis rutinas a las cosas que hago no me cuesta ningún esfuerzo. Como todo lo que hago me gusta y no me provoca ya ningún estrés estoy en el paraíso. Ya son muchas las personas que han salido del sufrimiento gracias a Esperanza Bipolar. Hoy una persona me hablaba de las cuatro patas para el tratamiento del trastorno bipolar. La gran pata para muchos que han venido ha sido Esperanza Bipolar. El tratamiento farmacológico para ellos no funcionaba. Con Esperanza Bipolar sí: como el tres en uno. Lo he visto en personas que llevaban más de veinte años sufriendo con la pata médica. Hacer lo que hago enciende algo dentro de mí que me da calor. Imagina. Utiliza la imaginación a menudo. Entrena el músculo.
«Yo no voy a cambiar el mundo pero hay cosas que necesitan cambiarse. Las pastillas son el invento del siglo y de los siglos venideros. Son muy cómodas pero muchas veces no son eficaces. Muchos psiquiatras lo saben pero siguen con el raca-raca. La psiquiatría vive anclada a un libro que revisa sólo para engordar. Para hacer ciencia hace falta revisar y la ciencia está anclada a un hombre que murió en 1926«