Aprendí a disfrutar toda la semana. Me dediqué a hacer lo que me pedía el cuerpo todos los días, y no me volví a deprimir. Así fue como construí poco a poco una rutina que me hacía feliz.
Tenía casi cuarenta años y me tuve que reinventar. Comencé como escritor y acabé creando la iniciativa Esperanza Bipolar. Había sufrido un accidente que arrasó con mi vida y físicamente estaba muy limitado. En silla de ruedas, pensé en organizar reuniones en mi ciudad y lo hice. Poco a poco, empecé a recuperarme. Comencé a leer libros de todo tipo porque me gusta leer y aprender, y aprendí todo lo que pude. También disfruto pensando y escribiendo: es mi manera de fluir. Lo hago todos los días. Con los libros aprendí a pensar de una manera diferente y comencé a tomar las decisiones de una manera más reflexiva. Siempre pensaba bien en el siguiente paso, y también tuve que descansar para frenar el estrés. Dejé de preocuparme tanto por los demás para centrarme en mí cuando fue necesario.
Si quieres aprender a fluir necesitas dejarte llevar. Dejarse llevar es hacer lo que te pide el cuerpo sin pensar mucho en lo que haces. Lo más importante es no juzgarte ni cuestionarte. Si te juzgas, o te dejas llevar por lo que los demás esperan de ti, no podrás fluir. Si vas cogiendo gusto a la vida es señal de que estás aprendiendo a fluir. Si llevas tiempo atascado o atascada, necesitas probar cosas nuevas. Sólo en lo nuevo se puede descubrir el placer si todavía no lo has encontrado.